uno
pulcra
la cocina reclama caricias
los insectos reclaman para sí
el descuido de los trastos
el vacío que les separa de la pared
sedentario hogar
infinito laurel de fuego
comisura etérea de los desatendidos.
el volcán metálico
con sus dos fogatas a medio vestir
lucha contra el viento
soporta el peso del canto de los iguanos
el revoloteo del té
la leche y sus ladridos
mi piel en sus aposentos,
esta furia de sentir amor
por medio de ampollas
y ese gusto eterno a mi lengua
una vez terminada la batalla.
de pronto
las bajas del combate
obligan un verso de silencio
sencilla oración:
ahí, sobre los leños negros
testigos mudos de la masacre
los rostros desfigurados
los cuerpos cenizos;
tres cerillos cobró la cena.
el viento
respetuoso
calla.
.
texto: gregorio dos pasos
fotografía: d. w. hidalgo
la cocina reclama caricias
los insectos reclaman para sí
el descuido de los trastos
el vacío que les separa de la pared
sedentario hogar
infinito laurel de fuego
comisura etérea de los desatendidos.
el volcán metálico
con sus dos fogatas a medio vestir
lucha contra el viento
soporta el peso del canto de los iguanos
el revoloteo del té
la leche y sus ladridos
mi piel en sus aposentos,
esta furia de sentir amor
por medio de ampollas
y ese gusto eterno a mi lengua
una vez terminada la batalla.
de pronto
las bajas del combate
obligan un verso de silencio
sencilla oración:
ahí, sobre los leños negros
testigos mudos de la masacre
los rostros desfigurados
los cuerpos cenizos;
tres cerillos cobró la cena.
el viento
respetuoso
calla.
.
texto: gregorio dos pasos
fotografía: d. w. hidalgo
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home